sábado, 11 de julio de 2009

CANCIÓN DE LOS TREINTA Y TRES ¿HIMNO NACIONAL?

UNA CANCIÓN LLAMADA DE LOS TREINTA Y TRES PUDO HABER SIDO NUESTRO HIMNO NACIONAL.
(Sacado del Libro REMEMORACIONES CENTENARIAS de Vicente Caputi, pag.134 a 139; 1930 – Barreiro y Ramos)

“…En las páginas 17 y 18 de este libro dimos cabida a un soneto del poeta Acuña de Figueroa dedicado a la enseña patria. De la misma época conocemos diversas producciones de su fecundo ingenio y como tratan temas interesantes no vacilamos en transcribir algunas de ellas porque surgidas cien años atrás reflejan los propósitos, ideas y sentimientos expuestos por el inspirado poeta al terminarse la guerra con el Brasil y al iniciar los Orientales el pleno ejercicio de la independencia conquistada con tantos sacrificios….”
Entre las canciones que Caputi coloca en dicho libro figura un Cielito Oriental, el Himno a los Héroes y una Canción llamada DE LOS TREINTA Y TRES.

Petición de Acuña de Figueroa
En el mes de Febrero de 1830, legó a la Asamblea General Constituyente y Legislativa una comunicación del Gobierno Provisorio, acompañando una solicitud del poeta Acuña de Figueroa elevando
“por 2ª vez la Canción Patriótica que dio a luz en Enero del año ppdo. (1829), cuyo objeto es perpetuar en los corazones de los Orientales los sublimes recuerdos de las glorias de la Patria, el amor a la libertad que tanta sangre costó, y el honor inmarcesible del héroe inmortal y de los valientes que admirando al mundo por su constancia y el heroico fuego del patriotismo rompieron las cadenas de aquella y le alcanzaron la independencia de que goza”.
“En aquella época (agregaba Acuña), dirigió a V.E. el que firma esta misma canción por conducto del Ministerio del Estado dedicándosela, y solicitando fuese adoptada por Himno Nacional y mereció que el señor Ministro le contestase en comunicación particular agradeciendo de parte del Gobierno aquella obra y avisándole que creía sería oportunamente favorecida con aquel honorífico carácter”.
“Más de un año, Exmo. Sr. ha transcurrido sin que haya tenido efecto de un modo auténtico esta declaratoria; aunque el autor ha notado con satisfacción que el mismo Gobierno y todas las autoridades en cuantas ocasiones públicas se ha cantado le han prestado las demostraciones que en todos Países tributan en honor de la Patria, al entonarse el Himno de ella, y lo que es más, el Pueblo todo por sus aclamaciones y por su aquiescencia a aquellos homenajes le ha sancionado implícitamente el carácter augusto de Nacional, a que aspiraba”.
“ No tendré la osada vanidad de emprender aquí la apología de esta composición poética; la Patria posee otras plumas enérgicas que hubieran elevado sus rasgos hasta el nivel de sus glorias, más ellas en más de un año no se han dedicado a producir una obra tan necesaria a mantener el espíritu de Libertad y el patriótico ardor que inspiran unos recuerdos tan heroicos, han dejado libre el campo y la posesión a la débil producción mía y la voluntad general de ha pronunciado de un modo inequívoco a favor de ella”.
“ Por estas razones, (terminaba el sr. Acuña de Figueroa) el infrascripto se anima a presentar de nuevo a la consideración de V.E. la misma canción solicitando se digne tomarla bajo su protección, haciendo se declare de un modo auténtico y solemne por Himno Nacional del Estado oriental, en lo que recibirá Honor y Gracia”.




Facsímiles Nos. 58, 59 y 60






Dice Caputi:
En el examen realizado en las carpetas legislativas hallamos la nota transcripta a que se refieren los facsímiles Nº 58 a 60, pero no encontramos la canción propuesta para Himno Nacional. Sin embargo nos consta que es la que comienza “Gloria eterna a los hijos de Oriente”, por un comentario que a su respecto se hizo en el diario “El Correo”.
La solicitud del Sr. Acuña de Figueroa permaneció varios meses en las carpetas de la Asamblea y no se hizo mención de ella hasta el mes de Julio de 1830, en que con motivo de haberse elevado por el gobernador Lavalleja, a la consideración de los representantes un Himno compuesto por el ilustre poeta argentino don Juan Cruz Varela emigrado en Montevideo, se ocupó dicha Asamblea del asunto de que se trata y no considerándose habilitada para hacer la declaración de Himno Nacional, aceptó una moción propuesta por el Diputado Diago a efecto de que se contestase al Gobierno “que pusiese en acción todas las medidas posibles a fin de que exitando la emulación entre las personas inteligentes compusiesen canciones y se clasificasen estas por una reunión de literatos para escoger entre ellas una para Himno Nacional”.
En el Universal de Montevideo encontramos publicado (dice Caputi) el Himno compuesto por Juan Cruz Varela en 1830 que nos place dar espacio en “Rememoraciones Centenarias”, recordando a la vez que el citado Varela fue autor de celebradas composiciones poéticas, mereciendo citarse entre ellas la oda que le inspiró la noticia de la victoria de Sarandí, la canción guerrera con motivo de la intervención de los Argentinos en la contienda con el Brasil y el canto lírico a la campaña del Ejército Republicano, que pueden leerse en El Parnaso Oriental editado por Don Luciano Lira en 1835 y reimpreso por el Instituto Histórico y Geográfico en 1927 con un interesante prólogo del doctor Gustavo Gallinal.

No debemos silenciar que cuando se presentó a la Asamblea el himno del señor Juan Cruz Varela, un colaborador de “El Correo” con las iniciales M.C.E. se pronunció a favor de la canción de Figueroa, criticando entre otras cosas a la de Varela por ser una composición meramente encomiástica al día de la Jura de la Constitución y a la cesación de la discordia, sin que tuviese recuerdos para las glorias nacionales. Se agregaba “es un pensamiento feliz expresado en bellos versos (pero no todos) que entretienen la imaginación; más no toca el corazón: son unos versos que destilan miel pero nada de fuego, el corazón no late; no se exalta a su lectura; finalmente no se sienten sensaciones fuertes”, etc.
En la misma colaboración, M.C.E. hace observaciones a la canción del señor Acuña, expresando: “En primer lugar, es muy raro que teniendo él un oído poético y un gusto tan delicado no haya advertido que la entrada de su coro es chocante por lo que suenan las palabras en sí. Esto de gloria eterna a los hijos de Oriente, me desagrada, esa gloria eterna, como tiene dos sentidos, el primero que se presenta a la idea es la gloria celestial y suena a responso. Si el autor quitase dos palabras solamente del coro, ganaría dos ventajas su canción, 1) desaparecería el defecto indicado y 2) que con esto solo quedaría adaptada a la música del himno Argentino, sin diferencia alguna, cuya majestuosa armonía daría más realce al fuego y entusiasmo que respiran los versos y no quedarían deslucidos con una música repugnantísima como la que tienen que se asemejan algo a música de iglesia. Si yo fuese el poeta pondría el coro de esta suerte:
“Gloria a los hijos de Oriente,
Y a la Argentina Nación
cuyo brazo invencible &…”
M.C.E. formulaba además una observación al verso “conducidos del héroe a la lid” por considerarlo durísimo a la pronunciación. No obstante esas observaciones declaraba que el Himno Oriental (de Acuña de Figueroa) tiene estrofas llenas de nervio y de fuego, presenta imágenes y cuadros que dejan el corazón conmovido de un entusiasmo patriótico, porque recuerda con ardor las últimas glorias de los Orientales, y es para todos los tiempos y circunstancias y he ahí la razón porque es Nacional”, etc.
No lo entendió así su propio autor, pues tres años después gestionó y obtuvo que se declarase nacional el siguiente Himno:





El himno que antecede, dice Caputi, fue declarado nacional por decreto del 8 de Julio de 1833 cantándose por primera vez en las fiestas conmemorativas del tercer aniversario de la Jura de la Constitución. Doce años más tarde, no satisfecho el señor Acuña de Figueroa con las letras de algunas estrofas le hizo grandes modificaciones que fueron aprobadas por el Gobierno de la Defensa el 12 de Julio de 1845 (Ver “El Nacional” de Montevideo, Nº 1978 del 18 de Julio de 1845)
Por lo que respecta a la música del himno, utilizamos los datos siguientes proporcionados por el historiador Don Isidoro de María en una publicación titulada “Tradición del Himno Nacional”, inserta en el Nº 21 de la Revista Histórica.
“El año 33, en la primera gran fiesta del aniversario de la Jura de la Constitución se cantó en el Teatro de San Felipe con música compuesta por el profesor Barros.
En el mismo año se cantó con otra música compuesta por el profesor Smolzi.
En el año 35 se cantó con música compuesta por el profesor Sáenz, director de la orquesta del Teatro.
El año 37 se cantó, por vía de ensayo, con música compuesta por el profesor Casalli y por recomendación especial hecha a la empresa por la Comisión Censora de Teatros, de que era presidente don Bernardo P. Berro, y secretario don Francisco Acuña de Figueroa.
El año 38 se cantó por música refundida nuevamente por el profesor Sáenz.
El año 40 se cantó el 25 de mayo, por música compuesta por Fernando Quijano (oriental) bajo el pseudónimo de “Un Jóven Oriental”
El año 45 se llamó a concurso por el Gobierno, a los profesores Barros, Deballi, Mochales, Smolzi, Lucci y Pellegrini para que presentasen composiciones musicales para el Himno Nacional en el plazo de 30 días.
De éstos solo dos profesores presentaron la suya por cuya razón el concurso o certamen quedó sin efecto.
Entre tanto seguíase cantando el himno Nacional por la música de Quijano, instrumentada por Deballi para la orquesta hasta que en definitiva se decretó el año 48, música exclusiva, la dedicada por Quijano que hace 42 años es la oficial y la única de nuestro Himno Nacional cuyo mágico poder levantó y levanta el espíritu varonil de los nobles Orientales que no han degenerado de sus mayores.
Punto final, agrega De María, y aquí el Decreto de la referencia, que brilla por su ausencia en las Colecciones de Leyes y Decretos:
Montevideo, julio 26 de 1848.- Decreto:
Siendo necesario dar al Himno Nacional una música adecuada, con que pueda entonarse en los días festivos de la Patria y habiendo merecido la aprobación del Gobierno la composición del ciudadano don Fernando Quijano, el poder Ejecutivo acuerda y decreta:
Artículo 1º.- El Himno Nacional tendrá por música exclusiva la que le ha dedicado el citado ciudadano don Fernando Quijano.
Artículo 2º.- Pásese al Ministerio de la Guerra el ejemplar de la composición presentada para que sea distribuida a las Músicas del Ejército.-
Suárez – Manuel Herrera y Obes


Leyendo el artículo de Caputi y este decreto que atribuye a Fernando Quijano la música de nuestro Himno Nacional surge la pregunta ¿Y donde aparece Francisco José Debali? ¿Era solo el que instrumentó la canción para la orquesta? ¿Porqué se lo nombra actualmente, 2009, como el que compuso la música?
Buscando Información encontré (Guillermo Osorio) un artículo de nuestro ilustre Lauro Ayestarán donde se da respuesta a nuestras preguntas y con seguridad a las de ustedes también.



Extractado de la obra de Lauro Ayestarán
Breve Reseña:
En la historia de los himnos nacionales americanos, el uruguayo ocupa un lugar, insólito desde el punto de vista de su gestación. Algunos himnos de nuestro continente nacieron de golpe por un simple decreto, otros por encargo deliberado a un compositor extranjero que, en algunos casos, -Carnicer, autor en España del Himno Nacional de Chile-, jamás visitó el país.
El nuestro tiene una trayectoria más lenta; pero de curiosa depuración popular.
El 8 de julio de 1833 el gobierno aprobó la letra de Francisco Acuña de Figueroa, la que más tarde fue reformada -tal como hoy se conoce- por decreto del 12 de julio de 1845. Durante muchos años se probaron distintas músicas escritas por los maestros Sáenz, Smotzi, Barros y Cassale pero ninguna de ellas prendió en el oído y en el espírito del pueblo. Durante la Guerra Grande, el músico húngaro radicado en Montevideo, Francisco José Debali, en colaboración con el actor uruguayo Fernando Quijano, quien le explicó el sentido de la letra de Acuña de Figueroa.
Escribió la música de nuestro Himno, la cual, lentamente, fue ganando prestigio entre el pueblo que lo escuchaba y repetía en las funciones del primitivo teatro montevideano: la Casa de Comedias. Cuando la elección popular ya estaba decidida, el Gobierno no hizo otra cosa que poner el sello oficial a una aspiración colectiva y en los decretos del 25 y 26 de julio de 1848, oficializó su música.

La polémica sobre la autoría

En los decretos del 25 y 26 de julio de 1848 se declaraba que el autor del Himno era Fernando Quijano, pero Debali reclamó públicamente más tarde la paternidad del mismo y Quijano nunca se atrevió a desmentirlo. Todos los manuscritos de la época y todas las versiones impresas del Himno en el siglo XIX, declaraban que su autor era Francisco José Debali. Ello no obstante, los decretos de 1848 originaron posteriormente una polémica muy curiosa entre "quijanistas" y "debalistas" que aún se halla en vigencia.
Nuestra opinión al respecto (dice L. Ayestarán) puede concretarse en claros términos musicales e históricos. Si se estudia la forma musical del Himno Nacional, se verá la presencia de un compositor experimentado, y por un sistema lógico de "despejar incógnitas" puede llegarse a la certeza de que el autor de su música fue el maestro húngaro.
El Himno consta de cuatro secciones: Introducción, Coro, Solo, Coro y final idéntico al primero. La introducción es obra de un armonista depurado y algunos de sus motivos ya se hallan en partituras anteriores de Debali. El solo es una disgregación de la célula melódica del coro y como tal es todo un artificio de composición incapaz de ser concebido y resuelto por un aficionado como Quijano, quien personalmente declara no conocer notación. Por esa misma razón queda descontado que el acompañamiento del Coro y el corte de las figuraciones está realizado por Debali. Quedaría, pues, en discusión la melodía del Coro. Pero he aquí que este Coro tiene su fuente temática en la "Stretta" del Prólogo de la ópera "Lucrecia Borgia" de Donizetti. Fuente temática, decimos, y no plagio -como se afirma apresuradamente- de la misma manera que la Sonata opus 36 Nº 4 de Clementi, obra de fuente temática de la introducción del Himno Nacional Argentino. En último caso una simple coincidencia de un compás y medio.
¿Cuál sería, pues, la obra de creación de Fernando Quijano? El propio Debali lo dice en su artículo aparecido en de Montevideo del 23 de julio de 1855: "soy el único autor del himno dígalo si no el mismo autor del Himno Nacional (se refiere al autor de la letra, Acuña de Figueroa) que hace ya algún tiempo me mandó pedir a Buenos Aires la música original porque las copias que aquí circulaban estaban adulteradas, dígalo si no el Sr. D. Pascual Costa y su señor hijo que asistieron al primer ensayo de mi composición en el teatro; finalmente dígalo el mismo Sr. Quijano a quien creo bastante caballero para no quererse atribuir lo que no le pertenece ni puede pertenecerle. En honor de la verdad, debo decir que aquél señor tuvo efectivamente alguna parte en la composición de la música porque él fue quien me hizo penetrar del espíritu del Himno y en cierto modo de tono que debía asumir aquélla; pero ésto no quiere decir de ninguna manera que sea él su autor".
Francamente, ello no autoriza a estampar el nombre del simpático actor uruguayo junto con el del maestro Debali, como responsable también de la partitura musical.
He aquí, pues, que este Himno nacido de una limpia selección colectiva, ostenta una letra de robusto y decidido corte y música que interpreta ceñidamente su pensamiento literario en valores sonoros equivalentes. Más de cien años hace que resuena en los oídos orientales y resume sus más tibios anhelos de libertad."
DECRETOS:
Copia de "El Investigador", Montevideo, 10 de julio de 1833.
Montevideo, Julio 8 de 1833.
Declárase Himno Nacional el compuesto y presentado por D. Francisco Acuña de Figueroa, denseles las gracias por el zelo que manifiesta por las glorias de la Patria; comuníquese á quienes corresponda y publíquese, encargándose al Ministro de Gobierno disponga la composición de musica con que deba cantarse en adelante en las funciones públicas.
Rúbrica de S.E.Vázquez

Copia de "Comercio del Plata", Montevideo, 27 de julio de 1848.
Montevideo, Julio 25 de 1848
DECRETO
El Gobierno con fecha 15 del corriente ha decretado lo siguiente:Hallándose hasta hoy el Himno Nacional de la República que compuso el ciudadano D. Francisco A. De Figueroa, sin una música oficialmente esclusiva para él. Entre muchas que varios profesores le han adoptado en diversas épocas, lo que ha producido una especia de anarquía, ó confusión indecisa de entonaciones arbitrarias y debiendo fijarse por fin una sola digna del hermoso Canto de la Patria, que reuna las calidades de majestuosa cadencia y fácil como igualmente que haya merecido la sanción general en repetidos ensayos -El Gobierno de la República para solemnizar el Grande aniversario de la Constitución, ha acordado y decreta.Art. 1º Declárase Nacional y esclusiva, la música que para el Himno Nacional de la República ha compuesto el Ciudadano D. Fernando Quijano, y con la cual hace una año se canta aquel en las festividades cívicas.2º Todos los directores de las bandas de música militar de Ejército, sacarán inmediatamente copia de aquella composición, y formarán la partitura instrumental que distribuirán en sus respectivas bandas, para su pronta y oportuna ejecución.3º comuníquese, publíquese y dése al R. N.
SUAREZManuel Herrera y Obes

Copia de "Comercio del Plata", Montevideo, 28 de julio de 1848.
Montevideo, Julio 26 de 1848
El Gobierno reitera el decreto lanzado el día anterior, con una segunda resolución:

Siendo necesario dar al Himno Nacional una música adecuada, con que pueda entonarse en los días festivos de la Patria y habiendo merecido la aprobación del Gobierno la composición del ciudadano D. Fernando Quijano, el P.E. Acuerda y decretaArt. 1º El Himno Nacional tendrá por música esclusiva a que le ha dedicado el citado ciudadano D. Fernando Quijano.2º Pásese al Ministerio de la Guerra el ejemplar de la composición presentada para que sea distribuída a las músicas del ejército.3º comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Nacional.
DECRETO
SUAREZManuel Herrera y Obes

viernes, 10 de julio de 2009

EL PREMIO A LOS TREINTA Y TRES (Creación, discusión y aprobación)

EL PREMIO A LOS TREINTA Y TRES
Gestión de jefes y oficiales para que se adoptasen en el País las leyes del Congreso G, Constituyente de las Provincias Unidas recompensando su intervención en la guerra contra el Brasil. (Tomado de Rememoraciones Centenarias de Vicente Caputi, pag. 131, 1930 – Barreiro y Ramos)

A fines de 1825, El Congreso General Constituyente que instalado en Buenos Aires había aceptado la reincorporación de nuestra provincia, procuró estimular a los que combatían contra el impero del Brasil y a ese efecto dictó una ley estableciendo premios para los que se invalidasen durante esa guerra, pensionando a las viudas e hijos de los caídos y comprometiendo a la Nación a cuidar de la educación y destino de los que resultasen huérfanos como consecuencia de la misma guerra. Además se prometía a los individuos del ejército concederles las gracias y premios a que se hiciesen acreedores por particulares servicios en la campaña.
Dos días después (2 de enero de 1826), el mismo congreso dictó otra ley mandando expedir despachos de brigadieres a los señores Juan Antonio Lavalleja y don Fructuoso Rivera en atención a los distinguidos servicios que han prestado en favor de la libertad de la Provincia Oriental, y disponiendo además que “el Ejército que bajo las órdenes del primero ha servido para tan gloriosa empresa se declara comprendido en los goces que acuerda la ley del 31 de diciembre próximo pasado al Ejército Nacional, en la presente campaña”.
Meses más tarde, el mismo Congreso a solicitud del presidente de la República Argentino Don Bernardino Rivadavia y de su ministro el general Alvear, contempló la situación de los Treinta y Tres, estableciendo la siguiente Ley de Premios:
Art. 1º.- El Brigadier Don Juan Antonio Lavalleja y los 32 individuos que bajo sus órdenes dieron principio a la heroica empresa de libertar a la Provincia Oriental, disfrutarán de los premios siguientes: El Brigadier Don Juan Antonio Lavalleja, dos mil pesos anuales. Los oficiales mil pesos anuales. Los sargentos, cabos y soldados, quinientos pesos anuales.
Art. 2º.- Dichos premios empezarán a correr desde el día en que cese la guerra con el Brasil.
Art. 3º.-Serán vitalicios.
Art. 4º.- Si hubiese fallecido o falleciese durante la guerra con el Emperador del Brasil alguno de los agraciados, su viuda e hijos, o en su defecto la madre viuda, empezarán a gozar desde entonces el premio en la forma establecida en el artículo 1º de la ley del 31 de diciembre de 1825.
Art. 5º.- El presidente de la República propondrá oportunamente los fondos que deban satisfacer dichos premios.
Sala del Congreso, Mayo 26 de 1826
Manuel de Arroyo y Pinedo, Presidente
José C. Lagos, secretario.

Como el artículo 2º de la ley transcripta establecía que los premios otorgados empezarían a correr desde el cese de la guerra con el Brasil, los agraciados no pudieron hacer valer sus derechos ante la República Argentina porque la convención de paz que en 1828 puso fin a dicha guerra constituyó a nuestra Provincia en Estado independiente. En atención a esa circunstancia, los señores Manuel Freyre, Pablo Zufriategui, Santiago Gadea y Jacinto Trápani por sí y a nombre de los demás que compusieron el número de los Treinta y Tres gestionaron en 1830 por intermedio del ejecutivo que la Asamblea General Constituyente declarase en su fuerza y vigor en nuestro País la ley aludida. En las investigaciones que llevamos a cabo (dice Caputi) en los archivos del Parlamento tuvimos la satisfacción de encontrar el documento de la referencia por el que tan meritorios servidores exponían y fundaban su solicitud agregando: “Su pretensión es sólo, que la soberanía del Pueblo usando de lleno de sus facultades, haciéndoles justicia, acceda a sancionar lo que la Nación Argentina reunida en Congreso, les acordó a fines de 1825. De aquella soberana corporación emanan todas las gracias, honores y distinciones que disfrutan todos y cada uno de los individuos del Ejército. Todos fueron dados por aquella autoridad, como que estaba igualmente representado allí nuestro País y formó una parte de la República hasta que la paz lo constituyó independiente”, etc, etc.
NOTA: Las expresiones autorizadas de los peticionarios constituyen un nuevo y valioso fundamento para la tesis que sostuvimos en “Investigando el pasado” (dice Caputi) a propósito de la fecha de la Independencia, que de acuerdo con los documentos de la época la fijamos en el 4 de Octubre de 1828 en que, con el canje de las ratificaciones de paz cesaron las hostilidades, quedando los nativos en condiciones de ejercer la soberanía absoluta en el territorio que había motivado la guerra que acababa de terminarse.

Como podrá verse en los facsímiles Nos. 54 a 57 la solicitud de la referencia encierra otros conceptos interesantes, teniendo en la parte final una constancia del jefe del estado Mayor Cnel. Pedro Lenguas. En el margen de la primera página figura un decreto con la rúbrica del gobernador Rondeau (Todavía no se había producido el conflicto con la Asamblea que motivó su renuncia) y con la firma de su ministro de guerra Gral. Lavalleja, mandando elevar dicha petición a la consideración de la Asamblea.


Facsímil 54 Facsímil 55






Facsímil 56 Facsímil 57




Según lo acreditan las actas respectivas, el pedido de que se trata sufrió una larga demora en las carpetas legislativas, iniciándose recién su discusión el 13 de Julio de 1830, en que se trató un proyecto de los señores Juan Benito Blanco, Antonio D. Costa y Lázaro Gadea, considerando a los Treinta y Tres por beneméritos de la Patria en grado heroico y fijándoles la siguiente recompensa:
“Para el brigadier general don Juan Antonio Lavalleja, quince mil pesos en fondos públicos del 6%. A cada uno de los jefes y oficiales que lo acompañaron, diez mil pesos en la misma forma. A los sargentos, cabos y soldados, cinco mil pesos. Los intereses de las cantidades que se asignaban, serían abonados por la Tesorería General mientras no se estableciesen los fondos públicos quedando exceptuados del premio y distinciones todos los individuos que después del 19 de abril de 1825 en que desembarcaron, hayan tenido mala conducta pública.”

Como al discutirse el proyecto se observase que no estaban creados los fondos públicos, se desechó el citado proyecto y se aceptó una moción del señor Francisco Solano de Antuña a la que se le dio la redacción siguiente:
Artículo 1º.- El premio consignado en la Ley del Congreso General de las Provincias Unidas del 23 de mayo de 1826, a favor del brigadier general don Juan Antonio Lavalleja y los 32 individuos que bajo sus órdenes dieron principio a la heroica empresa de libertar la Provincia, queda reconocido por la Nación.
Artículo 2º.- Las rentas generales del estado quedan obligadas a hacer efectivo el pago de las pensiones que dicha ley declara.
Art. Comuníquese, etc.

Puesto en debate el articulado, el señor Tomás Diago si bien exteriorizó su opinión favorable a que se premiase a los Treinta y Tres, haciendo un cálido elogio de su empresa, manifestó en cambio que consideraba inoportuna la sanción de la ley para evitar que la calumnia y la maledicencia ofendiese a los diputados porque entonces estaba al frente del gobierno uno de los Treinta y Tres y tal vez se dijese que algún genero de influencia los había puesto en el caso de designar aquel premio, cuyo asunto debía dejarse para la época constitucional.
El señor Cavia, participó de la opinión del señor Diago, no así los señores Gadea y Muñoz que consideraron oportuna la sanción del proyecto, que resultó aprobado en las sesiones del 13 y 14 de Julio de 1830.

jueves, 9 de julio de 2009

PABLO JOSE ZUFRIATEGUI




PABLO JOSE ZUFRIATEGUI
(Datos tomados del libro LOS LIBERTADORES DE 1825 de Aníbal Barrios Pintos)

“….Nació en Montevideo el 23 de enero de 1783. Fueron sus padres el guipuzcoano Francisco Zufriategui y Doña Catalina Más de Ayala. Era hermano de Juan, que actuó en Ituzaingó y de Rafael Zufriategui, y tío del que fuera presidente uruguayo Juan Francisco Giró.
Militar distinguido y de prolongada actividad refiriéndose a su actuación bajo sus órdenes dijo Lavalleja que siempre se había conducido “con valor, actividad, honor y patriotismo”. Y agregó que, en las diferentes ocasiones que tuvo que separarse del ejército para atender a otros puntos, antes y después de la batalla de Sarandí, quedó Zufriategui al frente del mismo.
Desde muy joven tuvo inclinaciones por la náutica. Incorporado a la marina española a los 20 años hace el corso contra Inglaterra y en 1805 fue uno de los pilotines de la fragata “Dolores”, armada por la firma Berro-Errazquin, en viaje a la India, que apresó varios barcos en costas africanas. Por cédula real de ese mismo año, Fernando VII le concedió el empleo de subteniente de artillería de ingenieros. Cuando estalla el movimiento emancipador, se incorpora en Canelón Chico al ejército de Artigas, y el 18 de mayo de 1811 se encuentra en Las Piedras.
Pasa luego a servir en el ejército sitiador a las órdenes del Cnel. José Rondeau y en julio de ese año es ayudante interino de artillería.
Dirige como piloto la expedición patriota que se apodera de la Isla de Ratas, llamada luego Libertad, ocupada por fuerzas de artillería españolas y el 26 de setiembre interviene en el abordaje y captura de la fragata española “Nuestra Señora de la Consolación”, junto al capitán, Eusebio Valdenegro y treinta soldados del regimiento Nº 4. Es declarado “benemérito de la Patria en grado heroico”
En marzo de 1812 se encuentra en el Salto Chico del Río Uruguay al comando de la artillería del regimiento Nº 6. Participa del encuentro de Itapebí y luego, incorporado a órdenes de Rondeau al regimiento de Dragones de la Patria, se halla en el encuentro del Arroyo Seco, el 1º de noviembre, y en la batalla del Cerrito, el 31 de diciembre, donde tiene a su cargo la conducción de dos piezas de artillería…..”
“….El 8 de enero de 1813 ya con el grado de teniente de artillería, el gobierno de Buenos Aires le hace entrega de artillería, municiones y otros efectos para ser conducidos a la Banda Oriental, en la expedición a cargo del teniente coronel Miguel Soler, con destino al ejército del general Artigas.
El 15 de marzo de ese año contrae enlace en primeras nupcias en San Isidro de Las Piedras con Dominga Rodríguez, natural de Montevideo; en segundas nupcias lo hará en Canelones el 25 de setiembre de 1827, con Ignacia Riao Artigas, también oriunda de Montevideo.
En noviembre de 1813 hace el corso en las costas de Maldonado. Pasa en 1814 a las fuerzas sitiadoras de Montevideo y ese mismo año, al comando de la goleta “Fortuna”, de 10 cañones, parte de Buenos Aires integrando la escuadra de Brown que había sido armada para combatir los buques realistas, distinguiéndose por su valentía en las acciones de Martín García y de Arroyo de la China.
A su regreso a la Banda Oriental, continúa sus servicios en el ejército sitiador al mando de Alvear. Al efectuarse el retiro de las tropas argentinas, queda encargado de la Capitanía del Puerto.
A las órdenes de Artigas es capitán del Regimiento de Artillería y en el sitio de Montevideo se halla en el batallón de Libertos Orientales a órdenes de Rufino Bauzá.
No acompaña a su jefe cuando éste se retira a Buenos Aires, y pasa a la plaza sitiada, donde el 24 de marzo de 1817 se le confiere el grado de sargento mayor de cívicos. En 1818 y 1819 se encuentra enrolado en la Marina Portuguesa.
En 1820 acompaña a Alvear en su campaña contra Buenos Aires encontrándose en Cepeda y Cañada de la Cruz, como sargento mayor. En la acción de San Nicolás es tomado prisionero pero logra fugar y pasa a nuestra Banda.
A mediados de 1821, en oportunidad de realizarse las elecciones del Congreso Cisplatino, resulta electo por San Salvador, pero es vetado por Lecor, a quien se dirige a fines de ese mismo año para solicitarles permiso para extraer de los campos realengos del estado un millar de cabezas de ganado vacuno, con el objeto de poblar la estancia situada en las inmediaciones de Carretta Quemada, que fuera de su esposa Catalina Mas de Ayala.
Al surgir la escisión entre imperiales y portugueses, es uno de los patriotas integrantes de la sociedad “Los Caballeros Orientales”, que trabaja en secreto por la libertad de la Provincia Oriental. El Cabildo de Montevideo le encomienda la formación del Cuerpo Cívico con el grado de sargento mayor. Enviado en comisión a Buenos Aires, a su regreso con Juan Vázquez Feijoo, luego del convenio realizado entre Lecor y Alvaro da Costa, se les intimó el destierro, asilándose ambos en Buenos Aires…..”
“…..Forma parte del grupo inicial de libertadores de nuestra patria y el 19 de abril de 1825, en la hora del desembarco, es después de Lavalleja, junto con Manuel Oribe, el de mayor grado. Se halla el 23 de ese mismo mes en San Salvador, en la derrota infligida a Laguna, que con una fuerza brasileña se opuso a la marcha patriota; el 28 se encuentra entre quienes sorprenden a Rivera en Monzón, y el 31, en San José, contribuyendo a la prisión del Cnel. portugués Bordas con sus oficiales, su tropa y sus caballadas.
El 1º de mayo es nombrado teniente coronel y dos días después es uno de los patriotas que entran en Canelones, que ya había sido abandonado por los enemigos. El día 7 se halla en la colocación de la bandera tricolor en el Cerrito. El 12 del mismo mes es comisionado a Buenos Aires, desde el Cerrito, por Lavalleja y Rivera, en solicitud de armas y recursos para la empresa libertadora. Incorporado al ejército el día 24 es nombrado fiscal de la causa que por traición se les formó en consejo de guerra a Bonifacio Isás y José María Turreiro, cuya sentencia fue luego revocada por el gobierno patrio, atendiendo el parecer generoso del general Juan Antonio Lavalleja.
El 25 de Junio, Pablo Zufriategui fue nombrado Jefe del estado Mayor del Ejército y el 12 de octubre comanda el ala derecha de las tropas patriotas en la batalla de Sarandí.
Por razones de salud pasa a Buenos Aires en enero de 1826. Meses después, el 6 de julio, le es otorgado el grado de coronel y el cargo de jefe del batallón de Cazadores Orientales……”
“….. Por su activo y laborioso carácter, así como por su comportación leal y honrada y constante solicitud en ser destinado a todas las empresas y servicios de riesgos y peligros, fue destinado a fines de ese año al asedio de la Plaza de Montevideo, habiéndosele nombrado al mismo tiempo comandante general de armas de la Provincia Oriental. En 1827 es reemplazado en ambas funciones. Ese mismo año interviene en la batalla de Ituzaingó, donde actúa como jefe de la división compuesta de los regimientos 8 y 16 de lanceros. Pasa luego a Buenos Aires, obteniendo en enero de 1828 su licencia absoluta del ejército argentino.
Regresa a su país y representa a Colonia, como diputado en la Asamblea Constituyente en San José. El 31 de Julio de 1829 se le reconoce por coronel de Caballería de Línea. Ese mismo año Rondeau lo designa capitán del Puerto de Montevideo con carácter provisorio, ejerciendo dicho cargo hasta noviembre de 1830.
En 1832 fue, desde el 11 al 31 de julio, jefe del estado mayor revolucionario en Montevideo del levantamiento lavallejista. Fracasado dicho movimiento se traslada a Buenos Aires.
El 20 de agosto figura en la relación de jefes y oficiales dados de baja en el ejército y borrados de las listas militares por considerársele vinculado a la revolución. Por tal motivo, en 1832 el Poder Ejecutivo lo priva de la pensión acordada a los Treinta y Tres, pero en 1835 es derogado dicho decreto.
Radicado en Buenos Aires regresa en 1936 y el 30 de noviembre es nombrado fiscal militar, cargo que ejerce hasta el 18 de enero de 1840 en que pasa como agregado al Estado Mayor General.
Pablo Zufriategui falleció en su ciudad natal, Montevideo, el 24 de mayo de 1840.
Dijo Isidoro de María: “No hay en sus hechos ninguna mancha de sangre que empañe el brillo de su carrera militar, porque la espada que ciñó con honra, nunca la empleó sino para combatir en lucha leal, al frente el enemigo. Fue un jefe humano y caballeresco, un hombre probo, un buen amigo y un benemérito ciudadano. Antiguo servidor del país, su nombre ocupa un lugar distinguido en su historia”

miércoles, 8 de julio de 2009

MANUEL CEFERINO ORIBE

MANUEL CEFERINO ORIBE
(Datos tomados del libro LOS LIBERTADORES DE 1825 de Aníbal Barrios Pintos)

“Nació en Montevideo el 26 de agosto de 1792. Fueron sus padres el coronel de artillería Francisco Antonio de Oribe y de las Casas y Doña María Francisca de Viana y Alzáybar, hija del primer gobernador de Montevideo, caballero de la orden de Calatrava y mariscal de Campo José Joaquín de Viana y de María Francisca de Alzáybar (“La Mariscala”), sobrina del colonizador de San Felipe de Montevideo capitán de navío de la Real Armada Francisco de Alzáybar, de quién heredó cuantiosas extensiones de tierras en la campaña oriental.
Su padre, sirvió a España en Montevideo, Río Grande, Buenos Aires y Lima, donde falleció en 1801, con el alto grado de jefe del Cuerpo de Artillería. Su tío Francisco Xavier de Viana, que había dado la vuelta al mundo como integrante de la expedición Malaspina, se halló en la defensa de Montevideo contra el invasor inglés……”
“…..Junto con su hermano Ignacio inicia su actuación militar en filas patriotas en 1812, en calidad de voluntario del ejército comandado por el Gral. Rondeau. Se encuentra en la batalla del Cerrito y a fines del año siguiente se le confiere el grado de subteniente 2º del Regimiento de Artillería, unidad con la que actúa en el Sitio de Montevideo.
En 1814, luego de haber capitulado la Plaza de Montevideo, durante la dominación porteña es nombrado ayudante del gobernador Gral. Miguel Estanislao Soler. El 26 de Setiembre se le confiere el grado de teniente 1º del Regimiento de Granaderos.
En tiempos de la Patria Vieja, en marzo de 1815 es ascendido a capitán del flamante Cuerpo de Artillería, por el entonces gobernador militar de Montevideo, Coronel. Fernando Otorgués.
Sus ideas de orden en el plano militar se ponen de manifiesto tempranamente en 1816, en la llamada Revolución de los Cívicos, oportunidad en que, al mando de la tropa de artillería del Cuerpo de Libertos restaura la autoridad del gobernador Miguel Barreiro, a quien los sublevados, conservaban en prisión.
En la campaña de 1817 contra los portugueses lucha en Catalán (actual departamento de Artigas) a las órdenes del coronel antigüista Andrés Latorre y luego opera bajo las órdenes de Fructuoso Rivera en Paso del Cuello contra el Barón de la Laguna.
A raíz de desinteligencias con el comando de Fructuoso Rivera, algunos comandantes y oficiales, -entre ellos Rufino Bauzá, Manuel e Ignacio oribe, Pedro Lenguas, Bonifacio Ramos, Vicente Lapido, Santiago Sierra-, nombraron jefe interino del ejército al Coronel Tomás García de Zúñiga suscribiendo el 23 de mayo de 1817 la llamada Acta de Santa Lucía Grande.
El episodio es censurado por Artigas y luego, ante un cambio de notas entre la vanguardia y la infantería, aquella se niega a la separación del comandante general Fructuoso Rivera. Al haberse solidarizado del delegado Barreiro con Bauzá, también es desautorizado y Artigas ordena su remisión a Purificación en condición de preso.
Es entonces cuando bajo la palabra expresa de Lecor dos batallones, el de Libertos y el de Artillería, abandonan el sitio de Montevideo y se embarcan para Buenos Aires con sus jefes Rufino Bauzá y Julián Sánchez, sus oficiales y sus armamentos…….”
“…….El capitán Manuel Oribe efectuó el cruce del Río de la Plata, separadamente, el 7 de Octubre, en la sumaca portuguesa “Astrea” con un esclavo, presumiblemente Dionisio Oribe, y otros viajeros, entre ellos la gran actriz oriental Trinidad Guevara, de cuya pasión por Manuel oribe había nacido el 21 de Febrero de 1816 una niña que fue bautizada con el nombre de Carolina……”
“….El 12 de junio de 1818, el gobierno de Buenos Aires le otorga los despachos de capitán de artillería y pasa a comandar la 3ª compañía de dicha arma.
En 1820 estalla la crisis política entre unitarios y federales, Oribe es de los vencidos en Cepeda, junto al director Rondeau, por los jefes del litoral Ramírez y López y en Cañada de la Cruz, a las órdenes del Gral. Soler. Participa junto al gobernador Borrego de los halagos del triunfo al enfrentar en San Nicolás a los generales Alvear y José Miguel Carreras y en Pavón, al Gral. Estanislao López. Al ser derrocado Dorrego, en 1821 solicita la absoluta separación del ejército en el que actuaba con el grado de sargento mayor efectivo desde el 1º de febrero de ese año y regresa a su provincia.
Un año después se encuentra entre los integrantes de la sociedad secreta “Los Caballeros Orientales”, que desde periódicos como “La Aurora” y “El Pampero” procuraban formar una conciencia revolucionaria en el ámbito popular.
En el plano militar, el 17 de marzo de 1823 derrota a las fuerzas imperiales comandadas por el coronel Gómez Jardín, en las cercanías de la chacra de Pereyra, sobre el Migueletes, y el 18 de julio, el cabildo representativo de Montevideo le confiere el grado de teniente coronel de Caballería de línea, pero el brigadier portugués Álvaro Da Costa no ratificó dicho nombramiento por entender que no le correspondía por el escalafón. Vencido el intento independentista, Oribe emigra nuevamente a Buenos Aires……”
“…..Allí en la casa de Luis Ceferino de la Torre, participa de los trabajos iniciales de organización de la Cruzada Libertadora junto a Juan Antonio y Manuel Lavalleja, el propio De la Torre, Pablo Zufriategui, Simón de Pino y Manuel Meléndez.
En el grupo de libertadores que llega a nuestro territorio el 19 de abril de 1825 es, Pablo Zufriategui, el militar de mayor graduación después de Lavalleja.
El 23 de abril interviene en la acción de San Salvador donde son dispersadas las fuerzas de Julián Laguna.
En calidad de sargento mayor – comandante fue el encargado de organizar, desde el 1º de Mayo de 1825, el regimiento denominado Dragones Libertadores.
Días después se halla en el Cerrito donde los patriotas enarbolan el pabellón tricolor y resiste con éxito, al frente de escasos hombres de guerrillas, una fuerza de caballería brasileña.
El 19 de Julio ataca el Cuartel de Guerrillas brasileño situado en la que fuera panadería de Morales y les produce algunas bajas. Como es sabido en esa acción es tomado prisionero el capitán Manuel Lavalleja. El 11 de Setiembre es ascendido al grado de teniente Coronel y el 12 comanda el centro del ejército oriental en Sarandí. Ese mismo día es nombrado coronel efectivo.
El 9 de febrero de 1826 operando en las filas sitiadoras de Montevideo, derrota a las fuerzas imperiales en el combate del Cerro y el 6 de noviembre es ascendido a coronel de Caballería, siendo reconocido es ese grado por el jefe del estado Mayor Republicano, general Estanislao Soler…..”
“…….El 15 de Febrero de 1827 interviene en el encuentro del Ombú, afluente del alto Ibicuy, y cinco días después comanda en la batalla de Ituzaingó el ala izquierda del ejército republicano al frente del Regimiento de Caballería Nº 9.
El 17 de Abril interviene en la toma de Bagé y el 23 lucha en Camacuá ante las fuerzas imperiales del GRal. Barreto y coroneles Bentos Manuel y Bentos Gonzalvez. Incorporado a la línea sitiadora de Montevideo, que comanda, el 3 de diciembre bate a 700 imperiales en Las Piedras..
“…..En 1828 derrota a los brasileños en las proximidades del arroyo Colorado (Canelones) y es encargado de perseguir al Gral. Rivera que al emprender en campaña sorpresiva la conquista de las Misiones, había penetrado en nuestro territorio al comando del llamado Ejército del Norte.
Finalizada la guerra con el Brasil, el 8 de Febrero de 1829 contrae enlace con su sobrina Doña Agustina Contussi Oribe, teniendo de esta unión cuatro hijos.
El 1º de Mayo comanda las columnas del ejército oriental, que desfilaron frente al Cabildo el día de la entrada del Gobierno Patrio de Montevideo.
El 1º de enero de 1830 es dado de alta en la Plana Mayor Pasiva por decreto firmado por los generales Rondeau y Rivera; el 10 de mayo el Gobierno Provisorio lo designa jefe del 4º Escuadrón de caballería de Línea y en agosto es incluido en la lista de premios a los “Treinta y Tres”. Ese mismo año, en setiembre es nombrado jefe del Regimiento de Dragones Libertadores, siendo dos días después nombrado capitán del puerto de Montevideo.
En 1832 durante el levantamiento lavallejista contra el gobierno de Rivera, Oribe no se solidarizó con su antiguo jefe de la Cruzada Libertadora y brindó su concurso a las autoridades constitucionales. El 14 de agosto de ese año es ascendido a coronel mayor del Ejército Nacional “en premio a los importantes servicios prestados”; cuatro días después fue nombrado jefe del Estado Mayor interino y comandante general de armas y el 9 de octubre ministro de Guerra y Marina….”
“….. Contando con la confianza y simpatía de Rivera, por unanimidad la Asamblea General eligió a Manuel Oribe 2º presidente constitucional. Rivera descendió de la presidencia pero quedó al frente del ejército de línea al asumir la Comandancia General de Campaña. Esta situación real de dos poderes va a traer aparejada una contienda fraticida.
En su gestión de gobernante ordenado y progresista, y pese a que desde 1836 tiene que atender la situación de guerra civil que vivirá el país, pueden señalarse, entre otras facetas e iniciativas, la reorganización de la Guardia Nacional para la seguridad del Estado; su esfuerzo para lograr el equilibrio financiero de su gobierno y el fomento de la inmigración; en el plano educacional, su decisión de mejorar las condiciones de la enseñanza y la creación de la Universidad; la creación de los departamentos de Salto, Tacuarembó y Minas; la prohibición del tráfico de esclavos; la creación de la Junta de Higiene Pública del estado; la reapertura de la Biblioteca Pública destruida en 1817 por las fuerzas de ocupación portuguesas; la formación del Museo de Historia Natural.
La supresión de la Comandancia de Campaña en febrero de 1836, y el proceso financiero del gobierno de Rivera fueron los principales factores desencadenantes de un nuevo alzamiento en el país, como culminación del antagonismo entre los dos primeros presidentes constitucionales de la república.
Ese año en el campo de batalla de Carpintería aparecerán como distintivo de guerra las divisas coloradas y blancas que distinguen a nuestros partidos tradicionales.
El primer intento de derrocar a Oribe fracasó, pero el 12 de octubre de 1837 Rivera invade el país, acompañado de los generales Lavalle y Enrique Martínez desde Río Grande. Días después, el 22 de dicho mes, el presidente Oribe es derrotado por las fuerzas riveristas en la batalla de Yucutujá en el actual departamento de Artigas.
Sitiado Montevideo con el apoyo de la marina militar francesa, el presidente Oribe resignó el mando, embarcándose para Buenos Aires con una numerosa comitiva y ministros.
El gobernante Argentino Juan Manuel de Rosas siguió reconociendo a Oribe como presidente de la República Oriental del Uruguay y éste se incorporó a su ejército, combatiendo durante cuatro años contra las fuerzas unitarias.
Rivera, elevado a la 3ª presidencia de la República, declara la guerra a Rosas, en marzo de 1839 con lo cual, se ha dicho, comienza la llamada Guerra Grande, aunque algunos dicen que comenzó en 1836 cuando Rivera se subleva contra Oribe.
En 1840 el gobernador de Buenos Aires, para contrarrestar la coalición antirosista de varias provincias opuestas a su gobierno, envía un ejército comandado por Oribe. La victoria de Quebracho Herrado (Córdoba), contra Lavalle en noviembre de 1840, lo consagró como general en jefe del ejército de la provincia de Buenos Aires. Un año después, el 19 de setiembre de 1841 destroza al ejército de Lavalle en la batalla de Famaillá, provincia de Tucumán.
San Cala, San Juan y Rodeo del Medio son victorias federales logradas ese mismo año por sus lugartenientes. En este último combate son dispersadas por el Gral. Pacheco las fuerzas del gral. La Madrid, que tiene que refugiarse en Chile.
En 1842, el 19 de abril, poco después de haberse celebrado una nueva coalición contra Rosas, -el tratado denominado Liga Cuadrilátera entre los gobernantes de Santa Fé, Entre Ríos y Corrientes y el presiente del Uruguay- , la vanguardia del ejército del Gral. Oribe derrota a las fuerzas santafesinas del Gral. Juan Pablo López en Colastiné.
Finalmente, el 6 de diciembre el ejército de la Confederación Argentina, comandado por Oribe, vence en Arroyo Grande a las fuerzas aliadas al mando de Rivera, que había invadido territorio argentino, quien al ser perseguido luego de su derrota, tiene que regresar a nuestro territorio. Como es sabido en ambos ejércitos intervenían fuerzas orientales: con os federales, los blancos y con los unitarios, los colorados.
El 27 de diciembre, el ejército de la Confederación Argentina comandada por Oribe, comienza a traspasar el Río Uruguay por Salto con 7000 hombres, y el 16 de febrero de 1843 inicia desde el Cerrito de la Victoria el sitio de Montevideo con una salva de veintiún cañonazos.
En sus “Anales Históricos del Uruguay” (tomo 2º, págs.91-92), el historiador Eduardo Acevedo recoge de los propios partes de guerra de Oribe, difundidos por la prensa de la época, lo que titula su “obra de exterminio”. Agrega más detalles en la pág.156 de la citada obra.
Desde 1853 existieron dos gobiernos en nuestro país: el del Cerrito, desempeñado por Manuel Oribe, quien se titulaba presidente legal al considerar nula su renuncia de 1838 y el llamado de la Defensa, ejercido desde Montevideo por Joaquín Suárez, a cargo del Poder Ejecutivo al legar a su fin el mandato presidencial de Rivera.
Luego de producirse la segunda batalla de India Muerta, donde el ejército invasor del gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza venció al ejército de Rivera, pasando éste a territorio brasileño, la campaña quedó controlada en su mayor parte por Oribe. Quedará prácticamente bajo el gobierno del Cerrito a partir de octubre de 1847 cuando Rivera, que en abril de 1846 había regresado nuevamente al país fue desterrado a Brasil…..”
“……El sitio provocó el crecimiento de núcleos poblados en zonas montevideanas como el Miguelete, Paso del Molino, Cerrito, Cardal, Aldea y Buceo.
En 1845 se creó el pueblo y la sección chacras de El Cerrito y en 1849 el ingeniero José María Reyes trazó el plano de amanzanamiento del núcleo poblado llamado El Cardal, que desde el 24 de mayo de ese año llevará el nombre de Villa Restauración, sustituido al término de la contienda por el de Villa de la Unión.
Después de la paz de octubre de 1851 Oribe se retira a la vida privada, pero el 21 de octubre de 1853 apremiado por circunstancias políticas durante el débil gobierno de Giró tiene que abandonar el país rumbo a Barcelona (España) en compañía de su hijo Felipe. Regresará el 9 de agosto de 1855 en circunstancias en que presidía la República el Gral. Venancio Flores, que un mes después elevaría su renuncia, ante los sucesos relacionados con la revolución de los conservadores, principistas de los partidos blanco y colorado.
El 11 de noviembre de ese mismo año, los entonces brigadieres generales Manuel Oribe y Venancio Flores firman el llamado Pacto de la Unión, en razón de superiores intereses nacionales, comprometiéndose a no presentar sus candidaturas a la presidencia del estado en las elecciones próximas a realizarse.
El 16 de noviembre de 1857 fallecía el fundador del Partido Blanco en su quinta del Paso del Molino. El gobierno de Gabriel Antonio Pereyra le rindió honores oficiales.
Durante las exequias fúnebres, la bandera de los Treinta y Tres fue sostenida, a la izquierda del catafalco, por su antiguo compañero de la cruzada libertadora, el capitán Juan Spikerman.
Sepultados sus restos en el cementerio del Paso del Molino, el 19 de abril del año siguiente fueron trasladados a la iglesia de San Agustín, inaugurada bajo sus auspicios el 12 de octubre de 1849.

martes, 7 de julio de 2009

JUAN ANTONIO LAVALLEJA

JUAN ANTONIO LAVALLEJA
(Datos tomados del libro LOS LIBERTADORES DE 1825 de Aníbal Barrios Pintos)


“Era hijo de Manuel Pérez de la Valleja (así firmaba), del lugar de Bielba, en las montañas de Santander, obispado de Oviedo y de Ramona Justina de la Torre, natural de Montevideo. Sus padres que se habían casado en Canelones, llegaron a establecerse en la Villa de la Concepción de Minas hacia abril o mayo de 1784.
Fue bautizado el 8 de Julio de ese año en la capilla lugareña, días después de haber nacido.
Por la misma época, un niño de once años, un niño que luego llegaría a ser el Jefe del Ejército del Norte, sobre el Alto Perú, director supremo de las Provincias Unidas y gobernador provisorio del Estado oriental veía el mismo paisaje en la villa serrana: JOSÉ RONDEAU.
En un documento de 1798, el entonces alférez de caballería de milicias del partido y jurisdicción de Minas, Manuel Pérez de Lavalleja expresa que su hijo mayor Juan Antonio, de catorce años entonces, le auxiliaba en las tareas de campo en su establecimiento de chacra cercano a la villa.”
“….En 1811, al surgir por los campos orientales el ejército nuevo de Artigas que va a luchar por la causa de la libertad, se incorpora en la flor de la juventud con 26 años cumplidos a las caballerías de Manuel Francisco Artigas, que con más de doscientos combatientes rinden el 24 de abril la villa de Minas.
Desde ese momento entregará todas sus fuerzas vitales a la revolución sin ningún renunciamiento.
Pelea en las Piedras con el grado de teniente y luego del primer sitio de Montevideo, sigue junto al pueblo oriental cuando va marchando por los campos en su derrota hacia el norte, tratando de cruzar el río que va a dar nombre a nuestra patria.
En esa enorme columna que unía a todos, iba también su madre, ya viuda en un carruaje, con un hijo y seis hijas menores de edad.
Cuando en 1813 regresa el ejército oriental y sitia nuevamente a Montevideo, se oirá su voz desafiante incitando al enemigo al combate individual….”
“…..En 1815 se encontrará en el decisivo combate de Guayabos, a las órdenes de Fructuoso Rivera, derrotando a Borrego.
Destacado en Colonia, después que Rivera emprendiera su marcha a Montevideo para ejercer el cargo de comandante militar, desde julio de 1815 queda al frente de la comandancia de dicha plaza….”
“…..En 1816 combate a la invasión portuguesa en la tierra solariega que conoce como pocos. Con cuatrocientos hombres de caballería hostiliza desde los potreros de Casupá las fuerzas del general Silveira y las somete a asedio cuando éste llega a la villa de Minas.
Paso de Cuello, pintado, Toledo y Maroñas son testigos de su heroica tarea en la guerra.
Por esa época contrae matrimonio con Ana Monterroso, hermana del elocuente y fervoroso secretario de Artigas, José Benito Silverio Monterroso. El casamiento se realiza en Florida, el 21 de Octubre de 1817, por poder, representándolo en dicho acto Fructuoso Rivera, de quien posteriormente será compadre.
En el año 1818 se separa de la división de Rivera y marcha a Purificación, al Cuartel de Artigas, quien le confía el mando de la vanguardia patriota cuando el general Curado penetra en territorio de la Provincia Oriental.
Su arrojo y excesiva confianza, lo hacen caer prisionero de los portugueses, el 21 de febrero de ese año, en las puntas del arroyo Valentín (Departamento de Salto). Trasladado en calidad de prisionero a Río de Janeiro, permanecerá primeramente confinado a bordo de un pontón y posteriormente en la prisión militar de la Isla Das Cobras, en la bahía de Guanabara. Hasta allí le acompaño Ana Monterroso, con la cual se había reunido inesperadamente sobre el Uruguay, después que con su hermana Francisca hubieron de buscar refugio en la villa del arroyo de La China, ante la invasión del portugués Curado. De sus encuentros con su esposo en su cautiverio nacerán sus hijos Rosarura, Elvira y Egidio.
En 1821, luego de tres años de confinamiento y en oportunidad de la independencia del Brasil, regresó libre a su patria, entonces denominada Provincia Cisplatina y en el mes de octubre ingresa en el Regimiento de Dragones de la Unión comandado por el coronel Fructuoso Rivera, con el grado de teniente coronel.
Lavalleja por 1822


En 1822 Lavalleja adhiere al movimiento independentista iniciado por la “Sociedad de Caballeros Orientales” y el Cabildo de Montevideo, pero alertado Lecor de sus actividades revolucionarias tiene que huir con unos “cuarenta hombres …..”
“……En tierra argentina, continuó su empecinada porfía revolucionaria en Santa Fé, luego de procurar infructuosamente la adhesión de Entre Ríos, pero fracasado el movimiento independentista, se retiró posteriormente a Buenos Aires, donde en 1824 arrendó el saladero de Pascual Costa en Barracas, para “distraer a los portugueses que estaban con el ojo sobre él, y al mismo tiempo emplear a sus compañeros en algo”, según lo manifestara expresamente en unos apuntes suyos….”
“…..La historia de la dinámica travesía de aquel pequeño grupo de iluminados de la Libertad o la Muerte, es conocida por todos. Desde ese momento Lavalleja no es solo el conductor de la lucha libertadora, sino también el organizador del ejército, en su faz estructural, disciplinaria y funcional.
Las gloriosas etapas de la marcha resplandecen los nombres de San Salvador, Santo Domingo, Soriano, Monzón –donde se incorpora a las fuerzas de la patria Fructuoso Rivera -, San José, Canelones y el sitio de Montevideo. Establecido el Gobierno Provisorio en la villa de San Fernando de la Florida el 14 de Junio, días antes de proclamar la Sala de Representantes la Independencia provisional Juan Antonio Lavalleja es nombrado Brigadier General y Comandante en Jefe del Ejército de la Provincia Oriental.
Poco después, Rincón de Haedo y Sarandí, donde Rivera y Lavalleja rubrican con la decisión de las armas la de los asambleístas de la Florida, en tanto que Leonardo Olivera subraya el año de gloria con la toma de la Fortaleza de Santa Teresa, el 31 de diciembre de 1825, año de la Patria, año de Lavalleja.
Después del momento en que el gobierno bonaerense decide reincorporar la Provincia Oriental a las Provincias Unidas, Lavalleja debe reconocer como su jefe superior del ejército republicano al Gral. Martín Rodríguez. Actúa entonces con sensatez, “con calada grandeza de ánimo”, como lo requerían las circunstancias, en cuanto a sus diferencias de criterio con el jefe del ejército de observación….”
“…..En la batalla de Ituzaingó actúa temerariamente, desbordante de coraje, y tiene nuevas discrepancias, esta vez con el Gral. Carlos María de Alvear.
En ese mismo año de 1827 es nombrado general en jefe del ejército republicano.
Y como en la Sala de Representantes de la Provincia Oriental prevalecían las ideas reaccionarias de los partidarios de la política unitaria de Bernardino Rivadavia después de su caída, a solicitud de la mayoría de los comandantes de los departamentos del interior Lavalleja tomó la decisión el 12 de octubre de 1827, de disolver la Sala de Representantes y de decretar el cese del gobernador delegado Joaquín Suárez.
Restablecido en su cargo de Gobernador de la Provincia Oriental, podo después, en diciembre de ese año, delegará a Luis Eduardo Pérez el mando político, para proseguir las operaciones militares contra el Brasil.
Desde su campamento en Cerro Largo actuará con prudencia en las trabajosas negociaciones de paz, para lograr el reconocimiento de la Independencia Oriental.
A raíz de un enfrentamiento con el Gral. Fructuoso Rivera –que en 1826 se había retirado del movimiento revolucionario para reanudar en 1828 sus campañas militares con la hazaña de la conquista de las Misiones Orientales-, la Asamblea Constituyente lo sustituye por José Rondeau, que asume el cargo de gobernador provisorio.
Ante el alejamiento de Rondeau, Lavalleja es designado, en Abril de 1830, gobernador y capitán general del estado naciente. Tiene que hacer frente al motín de Rivera, pero arriba a un acuerdo en momentos en que llegaba a Montevideo, desde Río de Janeiro, la noticia de la aprobación de la Constitución Oriental.
El 18 de Julio de ese año, desde los balcones del Cabildo montevideano, presidirá la solemne ceremonia del juramento del ejército y del pueblo en la Plaza Matriz. Culminaba así su lucha heroica iniciada como legionario artiguista en 1811.
Los infelices levantamientos de Lavalleja en 1832 y 1834, fueron impulsados por lograr una mejor organización del Estado. Sus derrotas le ocasionaron su expatriación a Río Grande y la pérdida de su grado militar y de sus bienes, que le fueron confiscados.
Cuando Fructuoso Rivera inicia un movimiento insurreccional contra el presidente Oribe, éste invita a Lavalleja a apoyar su gobierno y le restituye su antiguo grado de brigadier general.

Lavalleja por 1835. Pintura de jean Philippe Goulú

El 5 de agosto de 1836 retorna a Uruguay y al mes siguiente, el 19 de setiembre, comparte el triunfo de Carpintería, bajo las órdenes del Gral. Ignacio Oribe. Cuando Oribe renuncia a la presidencia, Lavalleja regresa nuevamente a la Argentina, luego de entregar la plaza de Paysandú que comandaba.
Regresará nuevamente en 1839 como jefe oriental principal en el ejército comandado por el general Pascual Echagüe y será de los derrotados en Cagancha. Sirviendo a sus órdenes se encuentra en el combate de San Cristóbal, en 1840 contra las fuerzas del Gral. Lavalle.
Luego de haber residido en la provincia de Entre Ríos y en Colonia, en tiempos del Sitio Grande llega, en octubre de 1845, al campamento del Cerrito.
Finalizada la Guerra Grande se le confió la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado y en febrero de 1852 se le nombró comandante general de la 2ª sección militar territorial.
En 1852 integró El triunvirato de Gobierno pero ni un mes siquiera desempeño el alto cargo de triunviro, que compartía con Fructuoso Rivera y Venancio Flores, pues falleció repentinamente en la Casa de Gobierno (El Fuerte, hoy Plaza Zabala), pasadas las quince horas de la tarde del 22 de Octubre de 1853….”
Lavalleja en 1853. Única Fotografía.

DECLARACIÓN DE INTERÉS NACIONAL POR LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA PARA LA TRAVESÍA HOMENAJE DEL 2010

Declaración de Interés Nacional por parte de la Presidencia de la República para el desarrollo de la TRavesía Homenaje a los Libertadores de 1825 a realizarse durante el año 2010.
(Hacer clic en la imagen para ampliar)